El detective Sean O'Brian finalmente había tenido suficiente. Había pasado un mes completo desde que él y Valenti habían tenido cualquier tipo de acción y ya estaba cansado de eso. Presionó el acelerador de su Chrysler Córdoba modelo 82, y condujo hasta el centro de convenciones de Spaldind. O’Brian reflexionó que había sido más de un mes. Eso era porque la última vez que podía recordar haber conseguido de Valenti, tan solo una palabra cariñosa y aún menos que eso, era la noche anterior al incidente del tiroteo.
Valenti se había vuelto tan irritable y deprimente. También habían asumido el peligroso secreto que compartían, el hecho que después de haber regresado de la misión encubierta en el RamJack, un notorio club gay en San Francisco, su amistad había pasado a nuevo nivel. Ahora ellos eran amantes además de compañeros, o lo habían sido antes de que toda esta mierda empezara.
Había pasado casi un año desde que admitieran lo que sentían el uno por el otro y habían comenzado una relación exclusiva, una basada en el respeto mutuo, así como en la ardiente pasión que llameaba entre ellos. Esto, había sido una completa sorpresa porque ninguno de los dos se había sentido atraído por otro hombre antes.
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